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No creo en brujos, Garay, pero de que los hay, los hay

Un dicho popular


Extraída de Google: Chiste genial

Pese a que la expresión tiene un significado diferente al que yo le atribuyo, la consigno tal cual como se señala:

Expresión muy coloquial que se ajusta a los casos en que alguien comprende poco o nada. Sirve para describir la situación en la que se encuentra una persona cuando le hablan en un idioma desconocido, cuando no comprende los conceptos básicos de una teoría o cuando no capta los ejes principales de una historia. También se aplica cuando, por cierta causa, no se participa activamente de una reunión. Su nacimiento se vincula con la práctica del fútbol, aludiendo a no agarrar ni una pelota, a no tomar contacto con el balón, que viene a ser el cuero, por ser éste el material con el que se fabricaban los primitivos esféricos.”

Para mí se relaciona con una materia que no está confirmada, aun así, algo tiene de cierto: “NO creo…, pero … los hay.”

Escribo esta crónica con limitación en su tiempo, ya que perderá vigencia el domingo, si el resultado es distinto al que este comentario alude, o pervivirá, si acierto en mi pronóstico.

Julio Martínez, el famoso, carismático y popular comentarista deportivo (el Estadio Nacional lleva su nombre), patentó la frase “Justicia Divina”, explicada en la siguiente cita: “En pleno invierno ariqueño, Chile enfrentaba a la poderosa Unión Soviética, que dominaba el encuentro hasta los primeros 10 minutos. En ese momento, Armando Tobar guapea un pelotazo largo por el sector izquierdo, ingresa al área y es derribado con falta. ¡Penal!, gritaba Julio Martínez junto al estadio entero, parapetado tras el pórtico defendido por Lev Yashin. El réferi holandés, Leo Hörn, pensó diferente y cobró tiro libre en el borde izquierdo del área, en lo que más se asemejaba a un córner corto.

Desde esa posición, la lógica futbolística era que el diestro Jorge Toro enviase un centro al punto penal. Pero pocas cosas se regían por la lógica con la zurda mágica de Leonel Sánchez. “Déjamelo, Chino, que me tengo fe”, le dijo a Toro, en una frase que dependiendo del resultado puede significar mucho o nada. Leonel acomoda la pelota y desanda sus pasos para tomar unos seis metros de distancia. Suena el pitazo, y con la potencia y precisión de una locomotora embiste el balón a tres dedos. El misil se eleva por fuera de la barrera y en plena trayectoria se tuerce hacia la izquierda para incrustarse al ángulo del primer palo. Era el uno a cero para Chile, y el estadio Carlos Dittborn estallaba en alegría, mientras La Araña Negra se paseaba mirando el piso, como intentando descifrar por donde se le había colado. ¡Goooool chileno!  ¡Justicia Divina!, ¡Justicia Divina!, inmortalizaba eufórico Julio Martínez. Chile eliminaba esa tarde a Rusia y avanzaba a semifinales.

Como pueden apreciar, el concepto tiene su origen en el fútbol e intentaré razonar por la misma vía. ¿Para qué? Ya lo verán.

Sabidas son las actitudes reprobables –por decirlo suavemente – de la gente de la U: hinchas, dirigentes y jugadores danzan al son de la inmoralidad.  Ante hechos delictuales se amparan, se “prestan ropa”, diría en una conversación coloquial. Por allá, el Presidente de Azul Azul da una versión de un suceso diametralmente opuesta a la planteada por su contraparte cruzado. Las cámaras, ¡Oh, tecnología!, confirman la tesis del católico y dejan en vergüenza al azul fosforescente.

A la sempiterna (eterna) soberbia y alevosía, amén de otros atributos que no son, precisamente, virtudes, su portero no solo golpea la camilla donde va un lesionado, sino quita valor a su dolencia, se enfurece, se justifica, intenta aparecer como ídolo (cuántos “ídolos” hay  rondando, sin que los ingenuos los descubran) y logra el apoyo incondicional de su DT; aún más, la hinchada rasga vestiduras en su defensa y lo atribuyen a una persecución: que el partido no se debía suspender, que si a ellos les pasara, seguirían jugando y una sarta de abominaciones que escandalizan al menos sobrio (y digo de pensamiento, no de estado etílico).

Es decir, me justifico, te justifico, nos justificamos, en una suerte de incondicionalidades propias de escolares pillados en una mentira o en un acto indisciplinario más que de personas   meridianamente educadas.

Dicho así, si hay justicia divina, como castigo a quien hace de la inmoralidad un medio para conseguir sus fines, ¿qué pasará el domingo en el Superclásico? ¿Quién debiera triunfar?

Dejo la respuesta a sus conciencias, en un sano ejercicio mental. Es aquí donde “No creo en brujos, Garay, pero que los hay, los hay” y “Justicia Divina” se dan la mano, chocan los dedos y se palmotean.

Por lo menos, debiera ser así. Lo veremos el domingo a media tarde. Después de mi siesta dominical, merecida obviamente, emitiré mi análisis.

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