Vistas de página en total

2,339,505

Tus comentarios

IMPRIMIR

Print Friendly and PDF

Licencia Creative Commons

Este trabajo tiene licencia bajo CC BY-NC-ND 4.0

La última publicada

Discurso del ascensor: La clave para presentar tus ideas con impacto

“La feria y los libros”




Paseaba en plan de compras – o de sola contemplación - con mi familia por la  Feria de Quinta Normal, aquella que se ubica en pleno centro de la comuna, jueves y domingo.

Luego de una ajetreada noche, producto de los festejos de la Confirmación de mi sobrina querida,  con las consecuencias evidentes del tráfago nocturno en la cara, nos encaminamos por las angostas calles en donde se disponían, de manera irregular, los diferentes puestos que expendían artículos de la más diversa naturaleza: desde las consabidas verduras y hortalizas hasta enchufes y soquetes  de los dos tipos, pasando por cereales, papel higiénico, cremas y pastillas contra los males más indescriptibles y, por si fuera poco, películas en DVD.


Miraba un puesto de libros en busca de la última obra de Hernán Rivera Letelier, “El vendedor de pájaros” (El vendedor de pájaros es el único pasajero del tren que baja en Desolación. «El lugar es tan yermo, triste y desamparado que ni siquiera los jotes lo sobrevuelan». Como todos los miércoles, el tren Longitudinal Norte se detiene jadeante. Es raro que alguien baje en esa estación, pero esa tarde lo hace el pajarero. Su llegada no pasa inadvertida; allí está el grupo de amigas que acude a observar semanalmente quiénes serán los amantes que huyen esta vez, allí los niños que lo siguen como si fuera un árbol lleno de aves, allí el odiado jefe de la vigilancia, quien ha sido informado de un mercanchifle anarquista que promueve la insurrección en la pampa) del cual había leído algunos buenos comentarios.


Una joven señora estaba en el mismo sector, el de literatura chilena. Tomaba y ojeaba uno y otro; se notaba indecisa. Vi que paseaba su vista sobre las 5 o 6 novelas del autor de las salitreras. “Fatamorgana de amor con banda de música”, “Los trenes se van al Purgatorio” y “Santa María de las flores negras” descollaban entre otros títulos. Dudó, me miró y después la vi venir:

-       ¿Fatamorgana o Santa María? 
-       Santa María – repliqué, sin dudarlo. 
-       Muchas gracias – respondió con voz dulce. – Le haré caso. 
-       Cuando la lea, no olvide escuchar a Quilapayún. 
-       Gracias – repitió. – Lo tendré presente.


Hoy seguramente alguien habrá comenzado la lectura de esta obra. Mañana, o quizá el sábado, el mismo alguien estará escuchando “La Cantata de Santa María de Iquique”, del famoso grupo Quilapayún y recordará unas palabras dichas en una feria un domingo.

Comentarios