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Paseaba
en plan de compras – o de sola contemplación - con mi familia por la Feria de Quinta Normal, aquella que se ubica
en pleno centro de la comuna, jueves y domingo.
Luego
de una ajetreada noche, producto de los festejos de la Confirmación de mi
sobrina querida, con las consecuencias
evidentes del tráfago nocturno en la cara, nos encaminamos por las angostas
calles en donde se disponían, de manera irregular, los diferentes puestos que
expendían artículos de la más diversa naturaleza: desde las consabidas verduras
y hortalizas hasta enchufes y soquetes
de los dos tipos, pasando por cereales, papel higiénico, cremas y
pastillas contra los males más indescriptibles y, por si fuera poco, películas
en DVD.
Miraba
un puesto de libros en busca de la última obra de Hernán Rivera Letelier, “El
vendedor de pájaros” (El vendedor de pájaros es el único pasajero del tren que
baja en Desolación. «El lugar es tan yermo, triste y desamparado que ni
siquiera los jotes lo sobrevuelan». Como todos los miércoles, el tren
Longitudinal Norte se detiene jadeante. Es raro que alguien baje en esa
estación, pero esa tarde lo hace el pajarero. Su llegada no pasa inadvertida;
allí está el grupo de amigas que acude a observar semanalmente quiénes serán
los amantes que huyen esta vez, allí los niños que lo siguen como si fuera un
árbol lleno de aves, allí el odiado jefe de la vigilancia, quien ha sido informado
de un mercanchifle anarquista que promueve la insurrección en la pampa) del
cual había leído algunos buenos comentarios.
Una
joven señora estaba en el mismo sector, el de literatura chilena. Tomaba y
ojeaba uno y otro; se notaba indecisa. Vi que paseaba su vista sobre las 5 o 6
novelas del autor de las salitreras. “Fatamorgana de amor con banda de música”,
“Los trenes se van al Purgatorio” y “Santa María de las flores negras”
descollaban entre otros títulos. Dudó, me miró y después la vi venir:
- Santa María – repliqué, sin dudarlo.
- Muchas gracias – respondió con voz dulce. – Le haré caso.
- Cuando la lea, no olvide escuchar a Quilapayún.
- Gracias – repitió. – Lo tendré presente.
Hoy
seguramente alguien habrá comenzado la lectura de esta obra. Mañana, o quizá el
sábado, el mismo alguien estará escuchando “La Cantata de Santa María de
Iquique”, del famoso grupo Quilapayún y recordará unas palabras dichas en una
feria un domingo.
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