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Quinta
Normal, sábado frío, pleno invierno, casa de mi cuñada; luego de la
Confirmación de mi ahijada, mi Camila querida, el consabido asado y una pareja
de invitados, un matrimonio relativamente joven: ella, Educadora de Párvulos
como mi cuñada, compañeras en el mismo Jardín Infantil; él, Profesor de
Matemáticas, dónde, en La Legua.
Por
fin, pensé, sabré qué tan cierta es la fama de este sector y qué tan duro es
trabajar en colegios de los llamados “vulnerables”, pero los de verdad.
En
el fragor de los brindis, la conversación se desgrana entretenida; el micrófono
pasa de uno a otro con singular rapidez; es que a los hombres no nos gusta tanto
protagonismo y hablamos y dejamos hablar, ja, ja, ja, ja..
Mi
concuñado, que fue oficial de Carabineros en sus tiempos mozos, tenía harto que aportar, así que los tres nos
enfrascamos en un análisis social al sector vilipendiado por los MMC, ¿será
verdad?, me preguntaba.
En
parte sí, en parte no, precisaban ambos. Son pasajes dominados por los narcos,
a los cuales –alguna vez lo escuché – no entra la policía, salvo armada hasta
los dientes y con un propósito específico. Sin embargo, hay gente humilde y
decente, como la hay en todo Chile.
--Cierta
vez - contaba nuestro casual interlocutor – salía de clases cuando un
muchachón, molesto por algo que no recuerdo, me empujó violentamente desde
atrás. Me di vuelta y le di una bofetada que lo botó lejos. Se quedó mudo, en
el suelo, mientras lo miraba fijamente.
En
el recreo siguiente, me paseaba por el patio cuando escucho:
--¿Dónde está el profe que te pegó? ¿Cuál es? – gritaba una mujerona acompañada
del muchachote en cuestión. - ¿Dónde está? – repetía fuera de sí.
--Ese, mamá – dijo el chicuelo, apuntándome.
Me
preparé para lo peor, sin el ánimo de arrancar, solo subí los brazos con el
ánimo de defenderme. Total, la razón estaba de mi parte, pues había sido
agredido. Aunque, cabe decirlo, la razón no serviría de nada en estas circunstancias.
--¿Usted
fue quien le pegó…? La frase quedó sin terminar, pues apenas me vio a la cara
interrumpió su violenta expresión, la suavizó y continuó: - ¡Canito!
--¡Canito!
– repitió. Dándose vuelta a su hijo le espetó: -Por algo te debe haber pegado.
¿Qué le hiciste? --Mamá, le pegué un combo por la espalda.
--¿Por qué lo hiciste? – le dijo su madre.
--Porque me retó.
--Merecido
que te haya pegado. Yo te habría dado unos cuantos combos. Cuidado con el
Canito. Lo conozco y es una buena persona. Otra queja que tenga de ti y te
sacaré la …
Todo
este diálogo conmigo de espectador, con los brazos que ya había bajado y miraba
la escena, mudo por la impresión y el
susto pasado.
--¿Por
qué sigues trabajando allí? Es un medio hostil – le pregunté.
--El
reverso de la medalla es ver a chicos decentes, con familias humildes pero
honradas. Es gente que no ha tenido la oportunidad de educarse, de progresar,
pero lucha para que sus hijos lo hagan.
¿Cabe
alguna reflexión?
Comentarios
Un abrazo Héctor.