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Actualizado el 3/1/2021
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Extraída de Google: Comprensión-lectora.org |
Libros
Me
enternecí, indigné, maldije, entristecí, esperancé, en fin, pasé por todos los
estados de ánimo posibles con la lectura de “Caballo de Troya I”. Antes de
continuar con el segundo volumen, me hice cargo de uno de los autores
nacionales más significativos, Hernán
Rivera Letelier, con su “Historia de amor con hombre bailando”, liviana,
ambientada, como es usual, en el norte, en la pampa y las salitreras; Iquique,
Pozo Almonte, nombres familiares, se acercan más y más a mí, con un suceso cuyo
protagonista es el “Feo”, bailarín consumado. Su lectura es rápida, tanto como
la que inicia mi comentario. Ambas consiguen la lectura fruitiva, el goce,
aunque a veces una más que otra roce en el dolor y la conmiseración, también la
ira.
“Era
feo, feo de solemnidad, pero era también el más grande bailarín que nunca se
haya conocido en el desierto nortino. Fernando Noble llegó a Coya junto a su
mujer, Ana Santa Fe, en busca de trabajo. Consiguió un puesto de sereno en el
polvorín, un cargo que nadie quería. Su «don del movimiento» quedó en evidencia
en su primera fiesta en el Salón Grande. Vestido con uno de sus anacrónicos
ternos a rayas, dejó pasmados a los asistentes con los pasos y poses de su
primer baile. Esa noche supimos que la ley de gravedad no corría para el Feo,
que bien podía bailar con una vaca de exposición y hacer parecer que esta
flotaba en sus brazos.”
La
lectura, dicen, abre nuevos mundos de los cuales no podemos ni debemos renegar.
No solo fecunda la imaginación, sino divierte, cultiva el intelecto, desarrolla
el espíritu crítico, enseña nuevas palabras y mejora la ortografía.
Por
eso, cada vez que puedo, y donde puedo, leo. Lo que llegue a mis manos. Por
eso, cada vez que puedo, aliento a que lean, lo que llegue a sus manos.
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