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Actualizado el 30/12/2020
Todos
recordamos, cuál más, cuál menos, nuestros primeros años de escolaridad y el
notable esfuerzo que desplegaban nuestras Profesoras de Educación Básica. No
solo se ocupaban de nuestras necesidades más inmediatas – darnos la colación,
llevarnos al baño, ayudarnos con nuestros útiles – sino eran sustitutas de
nuestras mamás, pues nos consolaban si teníamos pena, nos protegían si algún
compañero bravucón nos quería pegar o, simplemente, nos ayudaban si no
encontrábamos nuestros útiles en nuestros descomunales bolsos, a veces más
grandes que nosotros. Así las recuerdo.
Era un
espectáculo cuando recitábamos en masa las tablas de multiplicar, los días, los
meses y los números. Enternecían hasta al corazón más duro escuchar decenas de
vocecitas hacer gala de la memoria.
El
abecedario comenzaba en la a y terminaba en la z; hubo un tiempo en que se
enseñaba la p – y no la pe -, la b – y no la be -, ¿recuerdan?
La RAE
hace poco tiempo suprimió dos letras: ch y ll. ¿La razón? Sencillamente, porque
se les considera ‘dígrafos’, es decir, dos letras para un mismo sonido: la
primera pertenece a la c (ca, ce, ci, co, cu, ch, etc.) y la segunda está
incorporada en la ‘y’.
El
abecedario del español queda así reducido a las veintisiete letras siguientes:
a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y,
z.
Otra
aclaración: se dice b, uve (v) y doble uve (w). Ya es arcaica – pasada de moda
- e incorrecta la mención de be larga, be corta y doble be.
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