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El efecto Pigmalión en el aula. Extraída de Google: Amarse a uno mismo
¿Cómo influyen
nuestras expectativas en el aprendizaje de los demás? El efecto Pigmalión,
basado en la leyenda de Ovidio y estudios modernos, muestra que nuestras
creencias y actitudes hacia alumnos, amigos y familiares pueden moldear su
desempeño. Descubre cómo el lenguaje verbal y no verbal actúan como
herramientas clave en la educación y el desarrollo personal.
Entra a la sala de
clases: una treintena de jóvenes lo mira ansioso. Es su primer día de clases.
Saluda banco a banco, diciéndoles su nombre y preguntándoles el suyo. Sonríe.
Cada tanto, un palmoteo en la espalda, un ‘te felicito’, una palabra de aliento.
El relato puede ser
ficticio. O real. Da lo mismo.
¿De qué manera
nuestras expectativas influyen en el aprendizaje de nuestros alumnos? ¿Y de
nuestros amigos? ¿Y de nuestra familia?
Es el efecto
Pigmalión, que parte de una leyenda la cual citaré brevemente:
Ovidio, en “Las
Metamorfosis”, cuenta la historia de Pigmalión, que “esculpió con arte
felizmente admirable una estatua de níveo marfil, dándole una belleza con la
que ninguna mujer puede nacer, y llegó a enamorarse de su propia obra”. Llegada
la festividad de Venus, el día más celebrado de todo Chipre, cumplido el rito
de la ofrenda, se detuvo ante los altares y tímidamente pidió: “Si podéis,
dioses, darlo todo, deseo que mi esposa…”, y sin atreverse a decir: “la
doncella de marfil”, dijo “igual que la de marfil”. La dorada Venus, que
asistía en persona a sus propias fiestas, entendió qué pretendían aquellos
ruegos, y le concedió su deseo. La estatua cobró vida, y Pigmalión y la mujer
que había creado pudieron casarse.
A comienzos del
siglo XX, por otra parte, Berlín era escenario de los prodigios del caballo
‘Clever Hans’, cuyo dueño afirmaba que podía acertar diversas operaciones
matemáticas. Luego de diversos estudios, se comprobó que el equino necesitaba
estar en contacto visual con su dueño para dar los golpes de pezuña correctos.
Advertía, con ello, ciertos aspectos del lenguaje no verbal de su dueño que
para otro observador pasaban inadvertidos.
Apoyándose en estas
experiencias, dos investigadores aplicaron algunas conclusiones en una clase.
Una vez realizados diversos test de capacidades, se dijo a los profesores que
una parte del curso, elegida al azar, era muy brillante, en tanto que de la otra
se comunicaron sus resultados reales. Lo cierto es que el primer grupo logró
mejores aprendizajes y rendimientos que el segundo. Con ello, se reforzó la
idea de que las expectativas que tenemos sobre ciertas personas – en este caso,
nuestros alumnos – influyen en el desarrollo de sus capacidades.
Nuestro lenguaje
verbal, no verbal y paraverbal (mirada, gestos, ademanes, sonrisa, entonación,
entre otros) exhiben nuestra posición íntima acerca de nuestros alumnos. Si
mostramos felicidad, serán felices en nuestra asignatura. Si los tratamos con
afecto, se sentirán queridos. Se esforzarán por aprender y concretarán nuestras
expectativas. Se le llama ‘profecía autocumplida’.
Comentarios
No conocía la historia del caballo y su relación con el efecto Pigmalión me parece interesante. Está claro que los maestros tenemos una parte muy importante en la motivación para lograr que los alumnos lleguen lo más lejos posible.
Un fuerte abrazo :-)