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Este trabajo tiene licencia bajo CC BY-NC-ND 4.0
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Costumbre chilena
Extraída de Google: Infogate
Es una
costumbre cavernícola, aberrante, tanto como los “mechoneos” con que nuestros
queridos niñitos universitarios reciben a los noveles alumnos.
Para
saber más de este indignante ritual, cuyo único objetivo es despojar a los
nuevos funcionarios de una empresa de sus bien ganados pesos, cuyo destino es
resolver sus necesidades y las de sus familias, en lugar de satisfacer el
apetito y la dipsomanía de numerosos “compañeros” de oficina que están al
acecho, haciendo honor al atributo merecido de “chileno bolsero”, debí
investigar y hacer cuenta de mis experiencias, tanto como oír las de otros.
Hay
diversas explicaciones que dan cuenta del origen de esta “tradición”: una
apunta a localidades españolas que pedían dinero a viajeros que galanteaban a
las mujeres locales (incoherente con la variación aplicable en Chile); otra,
más factible, sostiene que surgió en Italia, como medio para que los pagadores
pudieran seguir trabajando tranquilos.
Hay,
sin embargo, más información de esta práctica, que resumo: en Italia, este uso
se denomina “pizzo”, que proviene de la expresión siciliana “fari vagnari u
pizzu” que significa dejar mojar el pico (o sea, ganar dividendos) y consiste
en una suma que las organizaciones delictivas dueñas de un territorio exigen a
sus víctimas para que sean “protegidas”. Es, en términos precisos, una
extorsión, pues podemos presumir qué pasará si no se cancela.
Ahora
bien, este pizzo adquiere diversas formas: colocar a alguien en nómina de la
Cosa Nostra; presión a empresas de proporcionar servicios a la mafia;
subcontratación a empresas mafiosas; licitaciones para obras o actividades en
las que se mueven importantes sumas y comisiones; y, finalmente, anticipos
sobre futuras ganancias de determinados negocios a cambio de protección.
¿Qué
ocurre si el dueño de un negocio se niega a pagar? Comenzará a recibir
“señales” visibles: amenazas pintadas en los muros, rotura de las cerraduras,
etc. El segundo paso será la destrucción total o parcial del ejercicio
comercial o actividad productiva, bienes pertenecientes al “cliente” en
cuestión y, en algunos casos, la vida de familiares y amigos.
Como
ven, aunque no fuimos colonizados por los italianos, adoptamos esta curiosa e
inicua tradición que viene a engrosar la larga lista de defectos que configuran
nuestra desprestigiada identidad.
Afortunadamente,
no he sufrido (que recuerde) el acoso de “compañeros” que esperan expectantes
el desembolso de dinero para organizar alguna festividad; al contrario, sea por
suerte, sea por elección personal, siempre me he rodeado de buenos amigos que, antes
que aprovecharse de mis ingresos, se alegran por ellos.
En conclusión, cuando te inviten a participar o seas objeto de la moderna y chilena forma de esquilmar a un nuevo compañero de trabajo, piénsalo bien, no vaya a ser que formes parte del chileno ordinario, picante y sinvergüenza que – contra nuestro deseo- abunda. Una manera adecuada debiera ser una celebración con aporte equitativo de todos; así, no habría resquemores y el “nuevo” sentiría que efectivamente forma parte de un solidario equipo.
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