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Actualizado el 3/1/2021
Quiero usar más palabras
“Estudio
en escarlata”, novela de Sir Arthur Conan Doyle, narra el primer encuentro de
Sherlock Holmes y el Dr. Watson, inicio de su prolífica y larga amistad.
Conocemos
las excéntricas costumbres del investigador privado y cómo, en virtud de su
razonamiento ilimitado, desentraña un crimen por venganza. Holmes, que
simboliza al suspicaz por naturaleza (palabra que ocupará un
espacio en este recuento), se enfrenta a un crimen casi sin pistas. La novela
se ambienta en Inglaterra y EE. UU., este último testigo del desarrollo de una
religión que perdura hasta hoy: la mormona.
Luego del cruce del desierto, y producto de la dureza del clima, John
Ferrier ha salvado a una criatura, única sobreviviente de una expedición.
Cuando desfallecían por falta de agua y alimentos, son salvados por jinetes
mormones, quienes los llevan a sus dominios a cambio de que renuncien a sus
creencias. Cuando crece la chica, a quien su padre adoptivo llama Lucy, conoce
a un joven, quien la salva de caer del caballo. Ambos padres se conocían, por
lo que es bien recibido por John y comienzan a enamorarse. La hermosura de Lucy
hace que los hijos de los líderes mormones se fijen en ella y deseen
desposarla.
Cierto
día, John recibe la visita de uno de ellos, quien le manifiesta imperiosamente
que Lucy debe acceder a casarse con uno de los jóvenes, por lo cual ella envía
una carta urgente a Jefferson Hope, que era el nombre de su enamorado,
pidiéndole ayuda. Planean el escape, pero una circunstancia infeliz los hace
ser recapturados, menos a Jefferson, que justo andaba en busca de comida cuando
llegaron los captores. Ve la tumba de John y de Lucy no hay rastros, aunque
sospecha de quiénes son los autores. Se entera de que Lucy ha sido dada en
matrimonio y ha muerto de pena, razón por la cual jura venganza.
Pasan
los años y un cisma se origina en la congregación mormona, por lo que Jefferson
sigue a los responsables de las muertes por toda Europa hasta dar con ellos. El
narrador (Dr. Watson) vuelve al presente, ahora en Inglaterra, donde da cuenta
de las deducciones que hace su infalible amigo hasta que da con el responsable,
que es ni más ni menos que Jefferson. Finalmente, este muere, debido a una
afección, pero descansará en paz pues se ha vengado. Gracias, entonces, a la
suspicacia del famoso investigador, se pudo dar con el criminal. En nuestro
interior, sin embargo, quisiéramos que hubiese escapado, ¿cierto?
Otro
ejemplo, ahora extraído de un diario:
Un
taxista suspicaz
Las
sospechas de un chófer sobre un cliente permiten a la policía desarticular una
red de blanqueo de dinero.
Las
sospechas de un taxista de la capital han permitido desarticular una banda
dedicada al blanqueo de capitales y la falsificación de documentos compuesta
por nueve personas. El jefe de la organización se hacía pasar por productor
musical para pasar inadvertido. En realidad, estaba siendo buscado por la
Agencia de Lucha contra la Droga (DEA) de Estados Unidos, según informó ayer la
Jefatura Superior de Policía de Madrid.
El
taxista acudió a los agentes del Grupo de Hurtos de la Brigada Móvil, que
vigila el transporte público. El conductor contó a los policías que por la
mañana había ido a recoger a una persona a un hotel de la capital. Había iniciado
el recorrido junto a otros siete compañeros, que recogieron cada uno a una
persona. El hombre al que recogió el taxista se trasladó en el vehículo durante
toda la mañana de un banco a otro. Los policías lograron identificar al viajero
y comprobaron que era un hombre de nacionalidad mexicana que llevaba encima
40.000 euros en efectivo, según fuentes policiales.
http://elpais.com/diario/2010/03/25/madrid/1269519866_850215.html
A
partir de la noticia anterior, incluyo el concepto estudiado hoy: suspicaz, del
cual derivan suspicacia, suspicazmente, suspicaces.
Suspicaz:
(Del lat. suspĭcax, -ācis). 1. adj. Propenso a concebir sospechas o a tener
desconfianza.
Respecto
de su origen, cabe decir que es un derivado del verbo latino suspicere, verbo
prefijado con sub- sobre el verbo latino specere (mirar). Suspicere significa
“observar cosas por debajo de una realidad dada”, es decir, “sospechar” (que
también es un derivado romance de esta raíz).
Sinónimos:
desconfiado, reticente, receloso, malpensado, incrédulo.
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