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La última publicada

Discurso del ascensor: La clave para presentar tus ideas con impacto

Displicencia

Significado y usos



Extraída de Google: DeConceptos.com



¿Quién no ha recibido, sea en oficinas públicas –donde más se observa -, comercio, educación, salas de clase, movilización colectiva y hasta en hospitales, un trato que llamaría indiferente? ¿Quién no ha escuchado, visto, oído, la displicencia hecha carne en el lenguaje, presentación personal, saludo, cortesía, tareas recibidas, muebles armados, compraventas varias y otros incontables menesteres propios de nuestra vida contemporánea?


Es lo que llamamos displicencia, referida a un notable desgano e indiferencia en el contacto personal, que se demuestra no solo por la falta de saludo inicial – o uno desabrido y soso, más por compromiso que por alegría de vivir – sino por una inercia que disgusta, conmueve  e incluso indigna, dando ganas de remecer física y sicológicamente al autor de tal actitud. También se advierte cuando vemos remolones, acobardados e ineficientes individuos que pululan a nuestro lado y de los cuáles nos preguntamos íntimamente ¿llegaron allí porque no quisieron o no pudieron hacer algo más interesante de sus vidas? 

Alejado mi comentario está del sesgo socioeconómico, pues para entender las vidas de las otras personas – sus fracasos, éxitos y limitaciones - hay que conocerlas profundamente; lo que remarco es que cada cual está en el lugar que se construyó, ya que dicen que la suerte – buena o mala – solo existe en los juegos de azar, el resto es autoría del constructor, es decir, mía. 

“El Alquimista” y “El Principito”, por ejemplo, son pródigos en consejos, todos los cuales apuntan a que el Universo colabora cuando tienes buenas intenciones, más allá –obviamente – del Mal que te acecha y ataca, lo que no es responsabilidad tuya, pues si el Bien se impusiera siempre, y a la primera, la vida sería más simple. 

La displicencia se manifiesta, entre otras situaciones (y la menciono  interesadamente, pues me desagrada), cuando saludas y la otra persona te ignora derechamente o te saluda mirando al suelo, como si te hiciera un favor por replicarte con sonidos guturales; también aparece cuando le preguntas ¿cómo estás? y recibes un frío  - Bien (dónde quedaron las –Muchas gracias. ¿Tú?) En realidad, debiéramos agradecerles por darnos la oportunidad de saber cómo se encuentran, total, nosotros somos los insignificantes (ironía punzante). 

Otro – y este golpeará con rudeza a algunos de mis “amigos” de Facebook: como todo usuario educado, te das el trabajo de saludar a los que están de cumpleaños, ¿cierto? ¿Qué recibes de respuesta? Un simple comentario masivo de agradecimiento del festejado, publicado en su Muro; es decir, date por enterado y no hay más. Tengo, por el contrario, contactos muy populares y queridos que se dan el trabajo – es decir, no son displicentes – de responder a cada uno de los que escribieron un mensaje de felicidades. ¡Así se hace!
Como muestra de solidaridad hacia los que han (hemos) sido objeto de este desprecio, es que dedico mi comentario a la displicencia.

Displicencia. (Del lat. displicentĭa). 1. f. Desagrado o indiferencia en el trato. 2. f. Desaliento en la ejecución de una acción, por dudar de su bondad o desconfiar de su éxito.

Sinónimos: desdén, apatía, desprecio, indolencia, incomprensión, indiferencia.

Incluyo un extracto de “La última niebla”, hermosa novelita de María Luisa Bombal, escritora viñamarina, que inició el Superrealismo en América.

“Estoy ojerosa y, a menudo, la casa, el parque, los bosques, empiezan a girar vertiginosamente dentro de mi cerebro y ante mis ojos. Trato de imponerme cierto reposo, pero es sólo caminando que puedo imprimir un ritmo a mis sueños, abrirlos, hacerlos describir una curva perfecta. Cuando estoy quieta, todos ellos se quiebran las alas sin poderlas abrir.

Llega el día de nuestro décimo aniversario matrimonial. La familia se reúne en nuestra hacienda, salvo Felipe y Regina, cuya actitud es agriamente censurada. 

Como para compensar la indiferencia en medio de la cual se efectuó hace años nuestro enlace, hay ahora un exceso de abrazos, de regalos y una gran comida con numerosos brindis.

En la mesa, la mirada displicente de Daniel tropieza con la mía. Hoy he visto a mi amante. No me canso de pensarlo, de repetirlo en voz alta. Necesito escribir: hoy lo he visto, hoy lo he visto.

Sucedió este atardecer, cuando yo me bañaba en el estanque. De costumbre permanezco allí largas horas, el cuerpo y el pensamiento a la deriva. A menudo no queda de mí, en la superficie, más que un vago remolino; yo me he hundido en un mundo misterioso donde el tiempo parece detenerse bruscamente, donde la luz pesa como una sustancia fosforescente, donde cada uno de mis movimientos adquiere sabias y felinas lentitudes y yo exploro minuciosamente los repliegues de ese antro de silencio. Recojo extrañas caracolas, cristales que al traer a nuestro elemento se convierten en guijarros negruzcos e informes. Remuevo piedras bajo las cuales duermen o se revuelven miles de criaturas atolondradas y escurridizas.”

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