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El Puerto en estado de abandono
Puede
sonar ofensivo para los porteños; podrán tildar el comentario de injusto;
podrán excusarse en las autoridades; podrán buscar miles de razones, pero no
podrán negar cuán abandonado está el Puerto.
Calles
sucias, las más usadas de baños públicos, cuyos olores surtidos castigan hasta
los olfatos menos depurados, salpicadas de desperdicios (donde compré el
helado, allí mismo boto el envoltorio), hordas de perros en celo y de los
célibes se adueñan de sus espacios, delincuentes, muchachotes en grupos y
mendigos te aguardan en cada esquina, contenedores de basura hasta los bordes
te hacen guiños, bolsas desperdigadas por aquí y por allá te saludan a cada
paso, sitios eriazos que alguna vez fueron viviendas suntuosas, veredas
disparejas donde nadie ha pensado en hacer el “Rally del peatón” con jugosos
premios para dar al que menos trastabilla, ascensores desvencijados que asustan
apenas te subes, pidiéndoles por favor que no corten amarras y no se caigan,
buses donde abunda la gente sudorosa y desaseada (“te abandonó definitivamente
el desodorante”), vendedores ambulantes que te quitan el poco espacio que te
queda, taxistas que te cobran “un ojo de la cara” por andar unas “cuadritas”,
desconocedores de la “cultura turística”, total, con 10 “lucas” hago lesos a
estos gringos, me da lo mismo que vuelvan, cantantes (enemigos del trabajo que
cumple horario y tiene jefe, diría yo), vendedores de maní y otras menudencias
que se turnan en los carros del Metro para interrumpir conversaciones, sueños
de guaguas o meros pensamientos de sus pasajeros, ¡Ay de quien les enrostre su
descortesía y bullicio! (“estoy
trabajando”, como si yo jugara al luche, qué se han creído), bandas de
limpiadores de parabrisas, “sapos” de buses en cada esquina y “cuidadores” de
autos que te abordan apenas te arriesgas
a abrir la puerta del auto, “luca, patrón, y pago anticipado”, y después ni los
ves, equilibristas, prestidigitadores y malabaristas en cada semáforo,
operadores de parquímetros que acuerdan con los usuarios conocidos tarifas más
bajas sin boleta y un sinfín de actividades ilegales que contribuyen a que yo,
por lo menos, vaya y vuelva rápidamente sin siquiera detenerme en la hermosa
vista que su paisaje me depara.
¡Ah! Y
es Patrimonio de la Humanidad. Daría a los representantes de la UNESCO una
“semanita” en la estación Bellavista o en las inmediaciones del Mercado El
Cardonal, para que se inspiren.
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