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Este trabajo tiene licencia bajo CC BY-NC-ND 4.0
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“Me
subí corriendo al bus que iba al Puerto. Recién le había pegao’ un tirón a una
cabra pa’ quitarle una gargantilla de oro que llevaba; caminaba con una vieja, quizá era su mamá, que
se puso a gritar como loca -¡Agarren al ladrón! Vieja de m…; varios tipos se
dieron vuelta y me miraron. Ojalá que nadie me agarre o me haga ‘trancadillas’,
pensé, pues ya dos veces me ha pasado y me llegaron 'patás’ hasta en el hocico.
Suerte que las dos veces llegaron los pacos y me salvaron. Corrí como loco, como me acostumbré en el
barrio cuando les robábamos a los viejos 'curaos’.
Pasé 'rajao’ y le dejé una 'gamba' al chofer, me senté y traté de sacarme el polerón azul,
pues me cacharían a la primera si se subían los ‘verdes’. No pude. Ya había
robado antes, pero sentía lo mismo cada vez: tiritaba entero, ‘traspiraba’ como
condenado y me sentía 'aguaitao’ por todos los giles.
Saludé
a mi amigo el chofer, quien cachó la movida; en realidad, los dos estamos de
acuerdo. Sé la hora en que pasa por el centro y justo minutos antes veo una
mina a la que puedo pegarle el agarrón y robarle lo que sea: bolsos, carteras,
celulares, cadenas de oro. Lo que sea, todo sirve. Total, después le paso un
billete y me apaña siempre.
Me
da igual robarles a cabras chicas, lolas o viejas. Ni me importa. En realidad,
no les veo sus caras, solo me fijo en lo que me puede servir. Nunca he robado algo
de peso, una cartera con hartos billetes, una cadena de oro por la que me den sus
buenas moneas’ con las que pueda invitar a mis amigos a tomar sus copetes. Pero
no me desespero; cada día aprendo más. Dicen que la ‘papa’ es ir a los bancos
cuando los viejos van a cobrar sus jubilaciones. La semana que viene tentaré
suerte allí. Seguro que me va bien.”
“Iba
ya en el centro. Me había subido al bus de siempre, a la hora de siempre, pues
me dirigía a mi trabajo como siempre. Después de un almuerzo a destiempo, había
descansado algo y escuchaba la radio mientras miraba por la ventana. Mucha
gente circulaba por el centro, no por nada eran ya cerca de las cuatro de la
tarde. Los peatones se apiñaban en los semáforos, haciendo el quite a tanto
vendedor ambulante, aunque algunos cruzaban descuidadamente, mientras los
voceadores gritaban - ¡A Viña, a quinientos!
Uno
tras otro se subían los que vendían cuchuflíes con manjar (¿te has preguntado
si se lavó las manos alguna vez), una crema contra los callos, un exreo que
clamaba ayuda por una enfermedad incurable que a simple vista no se le veía
(sanito y gordito el fulano), una no vidente de la mano de un tipo joven que
pasaba unas tarjetitas y pedía “cien pesitos o lo que su corazón quisiera”,
otro vendedor de revistas, de tijeras, maní confitado y del otro, cortaúñas y
un sinfín de productos absolutamente inútiles y que a la primera dejaban de
funcionar (anda a reclamarle si es que los encontrabas de nuevo).
Como
siempre, aguzo oídos y vista en busca de lo novedoso: la música de la FM Dos
suena estridente por los parlantes, suerte que escucha una radio decente, me
conformo, no la Festival, tan bulliciosa y que se burla en el compacto de las
noticias, o la Carnaval, que más parece fonda primaveral que medio de
comunicación; la verdad, sin embargo, es que detesto aquellas conducidas por
unos tipos bullangueros que salpican sus parlamentos con garabatos, risas y
tonterías. Los aires de un hermoso tema, “The Promise”, de Tracy Chapman, llegan
a mis oídos y agitan los recuerdos de una etapa dulce e inolvidable (“If you think of me/If you miss me once in a
while/Then I'll return to you/I'll return and fill that space in your heart).
Termina y comienza otro espectacular, “Please, remember me”, interpretado por Tim McGraw (“You'll find better love/Strong as it ever
was/Deep as the river runs/Warm as the morning sun”). Felicito para mis
adentros al conductor por su buen gusto, no así por el volumen. ¿Han leído el
cartel que dice “El radio puede funcionar siempre y cuando ningún pasajero se
oponga”? Él no, por lo que percibo. Una señora pregunta -¿Pasa por…? Otra que sube y recién
allí abre su cartera, saca su chauchera, cuenta una a una las monedas y paga su
pasaje, en un ritual exasperante y que nos detiene largamente. -¡Vamos,
chofer!, pienso, aunque no sé si pienso en ‘chofer’ o le dedico un exabrupto
más dirigido a su madre que a él. De verdad, las mujeres son generalmente
lentas y ceremoniosas para sus actividades. O quizá solo he conocido mujeres
lentas y ceremoniosas. Debe haber de las otras, de las ágiles, rápidas.
Repentinamente,
un muchacho se sienta en el asiento del frente. Lo veo por el rabillo del ojo
(mi vista periférica, me digo, funciona como siempre). Su apariencia es, como
dice el mundo civilizado, de ‘flaite’, ‘picante’, me digo. Viste unos ‘jeans’ desastrados, zapatillas
nuevas y vistosas, blancas con guardas plomas de media caña, una polera manga
larga sobre la cual lleva un polerón manga corta, todo de color azul y muy
arrugado. Su corte de pelo es muy decidor, pues lo lleva muy corto y asoma un
copete en la zona del cráneo. Está muy nervioso, transpira copiosamente y se ve
agitado. Se sube el polerón a la altura de la cara, no sé si para secarse el
sudor o para ocultarse, mientras mira con preocupación por la ventana, apenas
ocultada por la cortina.
El
bus reemprende su camino. El muchachón está algo más tranquilo. Abre la mano y
diviso una cadenilla aparentemente de
oro, muy delgada, la que mira repetidamente. Se la lleva a la boca y lo miro
directamente: con los dientes intenta abrir un eslabón. Ya me parece sospechosa
su actitud. No hay duda, es un ratero. Se la prueba una y otra vez; así como la
pone la saca, mira cómo le queda, la ubica fuera y dentro del polerón, como si
fuera un trofeo de guerra. No me ve o hace como si no lo hiciera. Creo que
estos ladrones tienen mi misma habilidad, la vista periférica. Creo que me ve.”
“Pude
abrir la gargantilla y me la pruebo. No es mucho, pero fácil le saco 10 lucas a
la cuestión. En una de esas, se la vendo a mi amigo, aunque no falta el
colectivero que la compra. Ni ca… la llevo a una joyería, pues a los ‘ratis’
les avisan cuando alguien sospechoso les lleva joyas. Ya se me pasa lo
nervioso, qué lata que siempre me ponga así cada vez que ‘trabajo’. Mis caletas
me hue…, dicen que soy ‘mamón’, que mejor estudie y trabaje, porque pa’ esto no
sirvo. Puede ser, aunque…
Cacho que un tipo me mira, ese de terno negro,
que lleva un maletín negro. ¿Me habrá ‘cachao’? No creo, porque cuando subí,
todos estaban ‘pajareando’, pero nunca falta el gil metío’. ¿Le pongo un tajo?
Pu…, nunca traigo una cuchilla, me lo han dicho, pero pa’ eso no tengo fuerza.
Robar, te creo, pero matar o herir a alguien no creo que sea ‘capi’. Mejor me
hago el hue… Cree que no cacho, pero veo que me mira. Mejor me cambio de
asiento al fondo.”
“Quizá
vio que lo miro, porque nerviosamente se desplazó hasta uno de los asientos del
fondo, donde se acurrucó. Lo pensé y
como siempre he sido impulsivo – solidario, me convenzo - , fui donde el chofer
y le comenté que seguro era un ladrón que le había robado a alguna mujer su
gargantilla. Que si veía a Carabineros, se detuviera para que lo apresaran. Le señalé
al tipo que miraba para otro lado. Una exclamación de asombro fue su única
respuesta. Miré en distintas direcciones, pero no había ninguno. - ¡Qué lata!,
exclamé para mis adentros. Me imaginaba que era “Arrow”, el de la serie del WB
cuya especialidad era detener criminales. Pero no tenía ni su disfraz ni sus
flechas, por lo que debí remitirme a lo hecho. Solo cabía esperar. Volví a mi
asiento. Varios pasajeros me miraron con curiosidad, ya se habían dado cuenta
de que algo anormal pasaba, aunque no entendían. Una mamá y su hija, que estaban sentadas a su
lado, se cambiaron a uno más adelante y siguieron conversando, no sin lanzar
huidizas miradas al sujeto.”
“Mejor
me voy al lado de mi amigo, el chofer. Vi que el tipo de terno habló con él y
me miró por el espejo. ¿Sabrá? Camino y me siento detrás de mi amigo y hablo de
puras tonteras. Me cuenta que ese tipo sabe lo que hice, que le pidió parara
cuando viera a los ‘verdes’, pero mi amigo no hará eso ni ca… Se paró el tipo,
¿se va a bajar? Parece que sí. Qué ‘güeno’, me tenía nervioso. Capaz que justo
aparezcan los ‘pacos’ y me pillan. Tendrá que ir a sacarme mi mamá, para
variar, aunque soy mayor de edad, así que capaz que me metan en cana, con
viejos más ‘pungas’ que yo. Me van a pasar por el ‘callejón de la muerte’ otra
vez y tendré que pedir ayuda a cambio de qué. ¿De nuevo? No, ahora me la juego
y aunque mate a un hue.., no me dejo. ¿Por qué nunca le hice caso a mi mamá de
estudiar o trabajar? No estaría meándome cada vez que salgo a esto. No estaría ca… de miedo si me pillan. Estaría
como el tipo que me mira, iría a mi trabajo, bien vestido, seguramente con buen
perfume, con un maletín colgado al hombro, quizá con una familia, nadie me
miraría como sospechoso, nadie me haría el quite cuando pasara, los ‘pacos’ no
me pararían donde anduviera. ¿Por qué no le hice caso a mi vieja?
El
tipo se acercó a la puerta de atrás, toca el timbre y me mira. Le sonrío
amistosamente. Sé que me ‘cachaste’, loco. Pero no soy tan malo, aunque me
desprecies, aunque nunca pueda ser como tú. “
“Toco
el timbre, pues debo bajarme. Llegué al Puerto y cambia el escenario. No puedo
evitar mirarlo y veo que me sonríe amistosamente. Le hice un guiño de
inteligencia y me puse el índice bajo el ojo derecho, haciéndole notar que lo
había visto todo. Sonrió de nuevo y me hizo señas. No me odia, así como yo no
lo odio. “
La
vida es así. Nos pone a todos en el mismo espacio, pero cada uno elige dónde y
cómo vivir. Lo que hagas de tu vida es tu responsabilidad, no de otros. ¿Existe
la suerte? ¿Casualidad o causalidad?
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