Vistas de página en total

2,339,507

Tus comentarios

IMPRIMIR

Print Friendly and PDF

Licencia Creative Commons

Este trabajo tiene licencia bajo CC BY-NC-ND 4.0

La última publicada

Discurso del ascensor: La clave para presentar tus ideas con impacto

La basura en el Puerto

¿Cuidemos Valparaíso? 


Aspecto de la Plaza Sotomayor después de un Año Nuevo. Extraída de Google: La Tercera

No es primera vez que veo las calles del Puerto salpicadas – ¿dije ‘salpicadas’?, no, mejor, ‘arrasadas’- por la basura, particularmente en las fiestas, sea cual sea el origen. Fiestas Patrias, ‘Mil tambores’, ‘Valparaíso cerro abajo’, Año Nuevo, partidos de fútbol y un cuantuay de eventos que tienen la particularidad de mostrarnos una cara oculta del primer Puerto de la República, que no por ello deja de ser visible en cualquier época del año, al menos para el ojo avizor.

Pasa en su vecina (“¡Oh, Viña del Mar, con nombre de mujer/ Amor que es imposible desde el amanecer/ Quiero yo decirte, aunque te suene raro/ tu luz y tus sombras me han enamorado”, la recordada canción de Manolo Galván, astro de la década del 80’), en Quilpué y en toda ciudad que tenga un denominador común: compatriotas.

Lo veo en el Troncal Sur: un conductor paga el peaje, enfila rumbo y por la ventanilla bota el comprobante; los feriantes limpian y tiran los desechos en el puesto colindante; una mamá compra helados a sus hijos, quienes lanzan los envoltorios al suelo; un fumador apaga la colilla en el pavimento, a metros de un cenicero. Un resfriado siembra sus escupitajos multicolores en plena vereda; una vecina limpia su patio y lanza los restos a la quebrada;  un empleado de restorán guarda los restos de comida en bolsas y los deja al lado de un poste, donde será manjar de los dioses para los numerosos perros abandonados que pululan por el sector; unos bebedores de la ‘pre’ vacían las botellas y las dejan en el pasto; un paseante, acuciado por la presión de sus riñones, los desocupa al amparo de las sombras -¿alguien ha cruzado por  la pasarela de Bellavista?- ;  una sala de clases luego del cambio de hora o recreo muestra, en dimensión menor, lo que serán los espacios ciudadanos (“Total, para eso están los auxiliares” es la excusa), en tanto chicles pegados se diseminan bajo las cubiertas de los bancos y sillas , como señal de ‘aquí estuve yo’, una suerte de grafiti contemporáneo y más rústico. En los estadios, jugadores riegan generosamente con sus fluidos nasales y bucales el campo deportivo, como muestra solidaria con el medioambiente, costumbre aprendida en nuestras calles citadinas. En el Terminal Portales es una proeza caminar por sus resbaladizas callejuelas, evitando los malolientes charcos y los bombardeos ‘gaviotescos’, males necesarios, dicen algunos, evitables, dicen otros. Cuenta un amigo viajero que el mismo de Isla de Pascua no disfruta de estos beneficios porteños, pues ni olor, ni pozas ni restos de fauna marina se ven desperdigados por acá y allá.

¿Es culpa de los santiaguinos que invaden nuestras ciudades pueblerinas para las fiestas? ¿Es culpa de los porteños, viñamarinos, quilpueínos, villalemaninos, limachinos, quillotanos, casablanquinos y otros gentilicios?

Por cierto que no, pues ‘de todo hay en la viña del Señor’: sucios y limpios, educados e incultos, ramplones y elegantes, cuidadosos y desconsiderados.

¿Es asunto de raza? ¿Formación familiar? ¿Educación? ¿Sentido común?  Es, pareciera, una conjunción de todo.

En el comportamiento se muestran estas variables. Es la diferencia entre un conductor que aprende manejando en el auto del papá o de un amigo con el que lo hace tomando un curso de manejo: el primero hace olímpico desprecio por las normas del tránsito, en tanto el segundo refleja fielmente ‘el manejo a la defensiva’, con honrosas excepciones, claro está. Por ello, cuando un fulano te adelante dónde y cómo no debe, no te dé el paso gentilmente, se vanaglorie diciendo ‘Aquí vengo yo,  que aprendí solito’, no se detenga para que el pobre peatón  cruce en su preferencia, te apure a bocinazos limpios cuando hay un semáforo en rojo o un signo Pare, como si fueras Superman y pudieras levantar el auto para que pase el ‘lindo’, pues va apurado y ganará diez o veinte segundos, total lo encontrarás en el otro semáforo, y te dan ganas de decirle “¿Dónde ganaste la licencia, ahu…”, cuando se cambien de pista sin señalizar, cuando ignora que el que dobla a la izquierda pierde la preferencia, que no sabe qué significan los ceda el paso, pare, no doblar, etc., te preguntas si no será mejor aplicar un test de CI y de normalización sicológica a quienes pretenden la licencia solo para convertirse en peligros al volante.

Ahora bien, volviendo al tema de los desperdicios, no me gusta Valparaíso, pero respeto a quienes tienen una romántica visión del Puerto. Debe ser porque me gusta el desarrollo y el abandono en que las autoridades tienen a ‘Pancho’ refleja todo lo contrario. Sin embargo, me indigna, como a cualquier porteño, la suciedad con que moros y cristianos – locales y afuerinos - colaboran para hundirlo más en el patio trasero de Viña del Mar, cuya basura, por lo menos, está radicada en los cerros, lo que no es motivo de orgullo, por cierto.

Como ven, hay un fuerte componente cultural en estas manifestaciones. Así como el auxiliar de colegio no está para limpiar tu basura, estimado estudiante, tampoco el personal de aseo está para recoger la tuya, estimado habitante. 








Comentarios