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¿Cuidemos Valparaíso?
Aspecto de la Plaza Sotomayor después de un Año Nuevo. Extraída de Google: La Tercera
No es
primera vez que veo las calles del Puerto salpicadas – ¿dije ‘salpicadas’?, no,
mejor, ‘arrasadas’- por la basura, particularmente en las fiestas, sea cual sea
el origen. Fiestas Patrias, ‘Mil tambores’, ‘Valparaíso cerro abajo’, Año
Nuevo, partidos de fútbol y un cuantuay de eventos que tienen la particularidad
de mostrarnos una cara oculta del primer Puerto de la República, que no por
ello deja de ser visible en cualquier época del año, al menos para el ojo
avizor.
Pasa
en su vecina (“¡Oh, Viña del Mar, con nombre de mujer/ Amor que es imposible
desde el amanecer/ Quiero yo decirte, aunque te suene raro/ tu luz y tus
sombras me han enamorado”, la recordada canción de Manolo Galván, astro de
la década del 80’), en Quilpué y en toda ciudad que tenga un denominador común:
compatriotas.
Lo veo
en el Troncal Sur: un conductor paga el peaje, enfila rumbo y por la ventanilla
bota el comprobante; los feriantes limpian y tiran los desechos en el puesto
colindante; una mamá compra helados a sus hijos, quienes lanzan los envoltorios
al suelo; un fumador apaga la colilla en el pavimento, a metros de un cenicero.
Un resfriado siembra sus escupitajos multicolores en plena vereda; una vecina
limpia su patio y lanza los restos a la quebrada; un empleado de restorán guarda los restos de
comida en bolsas y los deja al lado de un poste, donde será manjar de los
dioses para los numerosos perros abandonados que pululan por el sector; unos
bebedores de la ‘pre’ vacían las botellas y las dejan en el pasto; un paseante,
acuciado por la presión de sus riñones, los desocupa al amparo de las sombras
-¿alguien ha cruzado por la pasarela de
Bellavista?- ; una sala de clases luego
del cambio de hora o recreo muestra, en dimensión menor, lo que serán los
espacios ciudadanos (“Total, para eso están los auxiliares” es la excusa), en tanto
chicles pegados se diseminan bajo las cubiertas de los bancos y sillas , como
señal de ‘aquí estuve yo’, una suerte de grafiti contemporáneo y más rústico.
En los estadios, jugadores riegan generosamente con sus fluidos nasales y
bucales el campo deportivo, como muestra solidaria con el medioambiente,
costumbre aprendida en nuestras calles citadinas. En el Terminal Portales es
una proeza caminar por sus resbaladizas callejuelas, evitando los malolientes
charcos y los bombardeos ‘gaviotescos’, males necesarios, dicen algunos,
evitables, dicen otros. Cuenta un amigo viajero que el mismo de Isla de Pascua
no disfruta de estos beneficios porteños, pues ni olor, ni pozas ni restos de
fauna marina se ven desperdigados por acá y allá.
¿Es
culpa de los santiaguinos que invaden nuestras ciudades pueblerinas para las
fiestas? ¿Es culpa de los porteños, viñamarinos, quilpueínos, villalemaninos,
limachinos, quillotanos, casablanquinos y otros gentilicios?
Por
cierto que no, pues ‘de todo hay en la viña del Señor’: sucios y limpios,
educados e incultos, ramplones y elegantes, cuidadosos y desconsiderados.
¿Es
asunto de raza? ¿Formación familiar? ¿Educación? ¿Sentido común? Es, pareciera, una conjunción de todo.
En el
comportamiento se muestran estas variables. Es la diferencia entre un conductor
que aprende manejando en el auto del papá o de un amigo con el que lo hace
tomando un curso de manejo: el primero hace olímpico desprecio por las normas
del tránsito, en tanto el segundo refleja fielmente ‘el manejo a la defensiva’,
con honrosas excepciones, claro está. Por ello, cuando un fulano te adelante dónde
y cómo no debe, no te dé el paso gentilmente, se vanaglorie diciendo ‘Aquí
vengo yo, que aprendí solito’, no se
detenga para que el pobre peatón cruce
en su preferencia, te apure a bocinazos limpios cuando hay un semáforo en rojo
o un signo Pare, como si fueras Superman y pudieras levantar el auto para que
pase el ‘lindo’, pues va apurado y ganará diez o veinte segundos, total lo
encontrarás en el otro semáforo, y te dan ganas de decirle “¿Dónde ganaste la
licencia, ahu…”, cuando se cambien de pista sin señalizar, cuando ignora que el
que dobla a la izquierda pierde la preferencia, que no sabe qué significan los
ceda el paso, pare, no doblar, etc., te preguntas si no será mejor aplicar un
test de CI y de normalización sicológica a quienes pretenden la licencia solo
para convertirse en peligros al volante.
Ahora
bien, volviendo al tema de los desperdicios, no me gusta Valparaíso, pero
respeto a quienes tienen una romántica visión del Puerto. Debe ser porque me
gusta el desarrollo y el abandono en que las autoridades tienen a ‘Pancho’
refleja todo lo contrario. Sin embargo, me indigna, como a cualquier porteño,
la suciedad con que moros y cristianos – locales y afuerinos - colaboran para
hundirlo más en el patio trasero de Viña del Mar, cuya basura, por lo menos,
está radicada en los cerros, lo que no es motivo de orgullo, por cierto.
Como
ven, hay un fuerte componente cultural en estas manifestaciones. Así como el
auxiliar de colegio no está para limpiar tu basura, estimado estudiante,
tampoco el personal de aseo está para recoger la tuya, estimado habitante.
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