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Actualizado el 3/1/2021
Extraída de Google: Buscalibre |
Cuándo fue que conocí sobre la matanza
de la Escuela Santa María de Iquique, ya no lo recuerdo. Solo sé que era muy
joven y surgió de un disco: un ‘long play’ que llegó a mis manos, forma usual en que te
ponías al tanto de los últimos éxitos.
Pese a que no era – ni soy - combativo de
puño en alto ni partidario de las camisas color amaranto, y
rehuía todo lo que oliera a lucha de clases, banderas rojas gigantes y
dialéctica artificiosa, me llamó la atención la “Cantata Santa María de Iquique”.
Autoría de Quilapayún, grupo que no era de mis preferencias, máxime
por sus cantos como ‘Qué culpa tiene el tomate’ (cuando quiera el dios del cielo que la tortilla se vuelva, que la
tortilla se vuelva que los pobres coman pan y los ricos mierda), ‘El pueblo
unido jamás será vencido’, ‘Venceremos’ y otros temas cuya raigambre política
era innegable, me di el tiempo de escucharla. Y me sorprendió gratamente, pues
su calidad es indiscutible. Debe haber sido una de las pocas veces en que una
composición musical me emocionaba. Y desde esa época arranca mi reconocimiento
de esa tragedia, ajeno a implicancias políticas y al intento de sacar partido a
un dolor que nos debe conmocionar como país.
Cuando hace algunos años supe que Hernán
Rivera Letelier publicaría una novela cuyo asunto era la matanza de mineros de
comienzos del siglo XX, no pude menos que esperarla. Y no me decepcionó.
“Santa María de las flores negras” es una novela breve, en la cual el amor sirve
de pretexto para mostrar un capítulo de nuestra historia. Olegario, Domingo,
José Pintor y Liria María, entre otros, serán los encargados de mostrarnos con sus
visiones la dura realidad de los calicheros. No hay panfletos ni consignas,
solo el día a día de obreros, sus mujeres y niños. Quizá entre alguno de ellos
esté uno de nuestros antepasados, un Herrera, un González, un Pérez, un Soto.
“Un
poco más atrás, a pleno sol, tomados de la mano y sin dejar de mirarse un solo
instante, Idilio Montano y Liria María casi no se percatan del gentío que empuja,
canta, grita y suda a su alrededor. Para ellos la huelga ha cambiado completamente
de sentido. Ahora toda ella no es más que la escenografía grandiosa para la
puesta en escena de la sublime obra de su romance inmortal. Creen con el alma
que cada uno de los acontecimientos derivados del conflicto se han confabulado
sólo para dar realce a la historia de su amor. Su encuentro en el pueblo de
Alto San Antonio, la épica marcha a través del desierto y su estadía ahora en
esta ciudad llena de comercio y casas como palacios de cuento, no es más que la
espléndida trama de su enamoramiento. “
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