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¿Qué envidio de Valparaíso?

Desfile estudiantil Monumento a los Héroes de Iquique


Encajonamiento. Extraída de Google: Soy Chile

No he hecho cuenta, pero debe haber más de una cosa que envidio del Puerto. Recién tuve la idea, no sé la motivación, de ver el homenaje del Colegio Salesiano a los Héroes de Iquique.  Entré a YouTube y ahí, sí, ahí estaba la presentación de 2014 (no he buscado la de este año) y encontré algo que íntima y declaradamente envidio de Valparaíso: su desfile de mayo, en la Plaza Sotomayor, frente al Monumento a los Héroes de Iquique.

Es incomparable, superior a los de su ciudad vecina en mil veces. En ese entonces, alumno del gran Salesiano, salíamos recién iniciada la tarde desde la sede del Colegio, ubicado en Avenida Argentina, y nos dirigíamos marchando, seguidos por cientos de personas y observados con admiración por otros tantos, por las calles del centro, dispuestas para el tránsito de los numerosos establecimientos que allí se encuentran.

Servíamos de escolta al Colegio María Auxiliadora de Playa Ancha; sin embargo, las calles porteñas saludaban al Seminario San Rafael, rival de temer en cuanto a banda de calidad, a la delegación del San Ignacio de Loyola, allá casi al frente del Congreso, en ese entonces inexistente, y nos cruzábamos con la Scuola Italiana y otros tantos, cuyos nombres no recuerdo.

Sabíamos que cerrábamos el desfile. Y no nos acicateaban el hambre, el frío ni el sueño. Era tanto el fervor que poníamos en este volcar de la ciudad a sus anchas calles para rendir nuestro tributo a los Héroes que forjaron nuestra nacionalidad. Era nuestra forma, rudimentaria e infantil, de decir ¡Gracias a nuestros próceres! Dudo que haya otra forma más concreta, para chicos estudiantes, de mostrar la nacionalidad, orgullosa e indomable.

Cincuenta cajas, otros tantos pitos y clarines, más la Banda Instrumental, un lujo de la Escuela Profesional, nos hacía destacar como la muestra más maciza, espectacular e incomparable del Primer Puerto de la República. ¿Será igual en Iquique, me pregunto? ¿Llevará la misma emoción de la chilenidad prendida en el corazón como la llevábamos nosotros?

Ya de noche encajonábamos solos, con el espacio todo para nosotros, con miles de ojos pendientes de todos nuestros movimientos. Al final, entre aplausos, retornábamos al Colegio con más compañía que para la ida. Volvíamos a encajonar en el Patio Central y nos íbamos a casa con el corazón exultante por el maravilloso día, compartiendo con nuestros padres las sensaciones de aquella jornada inolvidable.

No olvido el ‘Traspaso alemán’, característico del Salesiano, ni los sones casi militares de nuestra gigantesca Banda con tres tambores mayores. No olvido el himno del Colegio cantado a todo pulmón. Sencillamente, maravilloso.

Años más tarde, ya como Profesor, encabezaba los destacamentos y Banda de Guerra del Colegio Santo Domingo. Un lujo haber contado con dos tambores mayores de excepción. Nuestros ensayos los desarrollábamos en el frontis del Estadio Municipal de Valparaíso, hoy Elías Figueroa, tardes enteras, repitiendo una y otra vez las rutinas.

Viví los desfiles desde dos veredas distintas. Y los disfruté de igual manera.

¡Oh, cómo te envidio, Valparaíso!

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