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El antídoto contra ‘Para eso le pago’

Historia verídica


No es original, por lo que no me arrogaré los méritos; sin embargo, es tan buena que vale la pena leerla. Y usarla cuando la ocasión lo amerite:

Cierta vez, un alumno de esos que nadie quisiera en su sala, salvo para ‘bajarle el moño’ con dulzura y energía, haciéndole notar que recién está dando pasos conducido por un Profesor, pues solo no llegaría ni a la esquina, se atrevió a encarar a un Docente, molesto porque debido a que estaba conversando, no escuchó una explicación y cuando el ‘lindo’ (tantos que se creen lindos por allí) quiso que el Profesor se la repitiera y este no quiso, le espetó la frasecita famosa:

-       Es su obligación y mi derecho. Para eso le pago.

En esta sociedad nueva, en la que los derechos valen más que los deberes, y la gente – la mala, sin duda – se ocupa de los primeros olvidando olímpicamente los segundos, la respuesta no tardó en hacerse oír:

-       Mire, jovencito – comenzó el Profesor, parándose en medio de la sala, brazos en jarra y piernas abiertas, cual cowboy contemporáneo, dispuesto a desenfundar su Colt 45 ante el villano -, haga el siguiente ejercicio: ¿Cuánto ‘paga’ Ud. al mes en este colegio, suponiendo que sea usted quien los pague, que sabemos que son sus papás y no usted? ¿200 mil? ¿300 mil?

-       Doscientos mil pesos, Profesor – contestó el adolescente de marras, medio malhumorado porque veía venir el reproche.

- ¿Cuántas asignaturas tiene? -, inquirió su interlocutor.

-  Diez, Profesor; si las cuento todas, son diez.

- ¿Y cuántas horas de clase a la semana tiene, sumando las diez asignaturas?

-  Mmmmm – dudó el jovencito – si tenemos 42 a la semana, son cuatro semanas, 168 horas al mes.

-       Muy bien – prosiguió el maestro. Es decir – haciendo un rápido cálculo -, ‘usted’ (remarcando irónicamente el usted) paga algo más de 1.200 pesos por una hora de clases. ¿Cierto?

-       Así es, Profesor. Pero no sé a dónde quiere llegar. Le exijo que cumpla su obligación – respondió con altanería el muchacho.

-       Calma, jovencito – prosiguió el Profesor -. Si usted paga algo más de 1.200 por clase y en Lenguaje tiene cuatro a la semana, tome – y sacó un billete de cinco mil -, le devuelvo su dinero y puede marcharse a casa. No vuelva sino hasta el lunes y con sus papás. Dígales que la ordinariez no tiene precio y que si quieren que yo sea su Profesor deberán enseñarle normas de cortesía y urbanidad. Hasta luego.

Mientras los aplausos y vivas de los restantes alumnos se hicieron sentir, el muchachote, azorado y cabeza gacha, se acercó a su Profesor y musitando una disculpa, le preguntó si podía quedarse en la sala.


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