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Bonachón
y simpático, como todos los gorditos. Fumador empedernido, cada tanto una tos
seca lo delataba. A veces, la rodilla izquierda le jugaba una mala pasada y le
recordaba que debía bajar de peso, pues la estructura ósea no es infalible.
Pero hacía oídos sordos: comía y fumaba en igual proporción, sabedor de que
vida hay una sola y, como decía frecuentemente, no moriría ni de lo uno ni de
lo otro.
Contaba
que hoy vive en Playa Ancha:
“A
mi izquierda, veo los fuegos artificiales de Laguna Verde; a mi derecha, los de
la bahía. Al frente, una quebrada que hace respirar hondo y me hace agradecer a
Dios por no irme barranco abajo. ¿Viento?
¡Uf! Ese sí que es viento. Tuve
que reforzar los marcos, pues el norte pega con fuerza. Pero no crea que
siempre he vivido acá. Vengo del Cerro Rocuant, allá por el Barrio O’Higgins
para arriba, bien arriba, por si acaso. Ahí crecí, me casé y fue mi tierra por
varios años. ¿Por qué me fui? Mi hijo mayor, entonces un mocoso de 14 años,
empezó con las malas juntas, unos ‘patos malos’; le empezó a ir mal en los
estudios y se puso atrevido una vez con su mamá. Le saqué la chucha, pero me
dolió más a mí que a él. No sé si me arrepiento, es verdad, pero no sabía qué
hacer. Fue la única vez, creo, que le pegué.
Hoy,
mi hijo estudia en la Universidad, y para mí, que soy apenas un auxiliar, así
como me ve, es un lujo. Hablamos algún día, con lágrimas en los ojos,
le pedí perdón. ¿Y sabe que me dijo?: - Papá, si no me hubieras pegado, estaría
perdido. Hoy veo a mis amigos de esa época. Y No son nada. No te recrimines. Yo
habría hecho lo mismo.
La
semana pasada, de puro curioso, fui a mi antiguo barrio. Me habían invitado a un
asado, vecinos y amigos de la ‘redonda’, que pateábamos en la cancha de tierra
del sector. Lo primero que me dice uno es – Hay un asado al vidrio. ¿Vai?
- ¿Qué es el asado al vidrio? – le pregunté.
- Coca, estimado. Coca. Ponen un vidrio y distribuyen líneas de droga, para todos. Hay que poner la nariz y lista la dosis.
No
me arrepiento de haberme ido. Será helada Playa Ancha. Debo caminar cinco
cuadras si se me pasa la ‘micro’. Imagínese cuando llueve. Pero no importa.
Vivo tranquilo. Y esto es lo que
importa.
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