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Actualizado el 16/1/2021
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Extraída de Google: Alamy |
Mientras
la intertextualidad apunta a los vínculos que se establecen entre obras de
escritores distintos, la intratextualidad se refiere a los que se producen
entre obras del mismo autor.
Intertextualidad:
“La película era japonesa y
en una de las primeras escenas aparecían dos adolescentes. Una de ellas contaba
una historia... trataba de un niño que estaba pasando sus vacaciones en Kobe y
que quería salir a la calle a jugar con sus amigos, justo a la hora en que
daban por la tele su programa favorito. Así que el niño ponía una cinta de
vídeo y lo dejaba listo para grabar el programa y luego salía a la calle. El
problema entonces consistía en que el niño era de Tokio y en Tokio su programa
se emitía en el canal 34, mientras que en Kobe el canal 34 estaba vacío, es
decir era un canal en donde no se veía nada, sólo niebla televisiva.”
(2666,
Roberto Bolaños)
La
asociación con la película japonesa Ringu (El Aro) de 1998 y cuya versión
norteamericana realizó Hollywood en 2002, es inequívoca. Con esta producción,
la escalofriante historia de la mujer del televisor que asesinaba en siete días
a quien tuviera la mala suerte de verla, alcanzó fama mundial.
Intratextualidad:
“No había acabado de firmar
la última cuando apareció en la puerta de la carpa un coronel rebelde llevando
del cabestro una mula cargada con dos baúles. A pesar de su extremada juventud,
tenía un aspecto árido y una expresión paciente. Era el tesorero de la revolución
en la circunscripción de Macondo. Había hecho un penoso viaje de seis días,
arrastrando la mula muerta de hambre, para llegar a tiempo al armisticio. Con
una parsimonia exasperante descargó los baúles, los abrió, y fue poniendo en la
mesa, uno por uno, setenta y dos ladrillos de oro. Nadie recordaba la
existencia de aquella fortuna. En el desorden del último año, cuando el mando
central saltó en pedazos y la revolución degeneró en una sangrienta rivalidad
de caudillos, era imposible determinar ninguna responsabilidad.
El oro de la rebelión,
fundido en bloques que luego fueron recubiertos de barro cocido, quedó fuera de
todo control. El coronel Aureliano Buendía hizo incluir los setenta y dos
ladrillos de oro en el inventario de la rendición, y clausuró el acto sin
permitir discursos. El escuálido adolescente permaneció frente a él, mirándolo
a los ojos con sus serenos ojos color de almíbar. -¿Algo más? -le preguntó el
coronel Aureliano Buendía. El joven coronel apretó los dientes. -El recibo -dijo.
El coronel Aureliano Buendía se lo extendió de su puño y letra.”
(Cien
años de soledad, Gabriel García Márquez)
“El coronel se alarmó. Como
tesorero de la revolución en la circunscripción de Macondo había realizado un
penoso viaje de seis días con los fondos de la guerra civil en dos baúles
amarrados al lomo de una mula. Llegó al campamento de Neerlandia arrastrando la
mula muerta de hambre media hora antes de que se firmara el tratado. El coronel
Aureliano Buendía —intendente general de las fuerzas revolucionarias en el
litoral Atlántico— extendió el recibo de los fondos e incluyó dos baúles en el
inventario de la rendición.
—Son documentos de un valor
incalculable —dijo el coronel—. Hay un recibo escrito de su puño y letra del
coronel Aureliano Buendía.
—De acuerdo —dijo el abogado—. Pero
esos documentos han pasado por miles y miles de manos en miles y miles de
oficinas hasta llegar a quién sabe qué departamentos del ministerio de guerra.”
(El
Coronel no tiene quien le escriba, Gabriel García Márquez)
Es
decir, mientras en el primer ejemplo, la asociación se produce entre obras de
autores distintos, en el segundo, el
coronel – joven, en ‘Cien años de soledad’, y anciano, en ‘El coronel no tiene
quien le escriba’ – es el nexo entre ambas novelas.
Comentarios
García Márquez, como otros muchos escritores, utiliza este tipo de recursos en múltiples ocasiones. Son detalles, argumentos o escenas que saca con cierta frecuencia, como si el tenerlas dentro de sí desde hace mucho tiempo le ayudara a expresarlas en distintas situaciones.
Un fuerte abrazo :-)
El Gabo, grande. Saludos.