La verdad, no fue una ocurrencia mía. En una de mis
clases, en plena conversación sobre la empatía, uno de mis alumnos la mencionó.
Le pedí que nos diera más detalles, lo que hizo gustosamente
y con un dejo de orgullo por aportar al conocimiento de todos.
Fue tan interesante que lo anoté en una agenda que tengo
al lado de mi computador y me propuse escribir algo breve, solo para que no se
me olvide y, en lo posible, la practique cada vez que pueda.
La relacionaré con la Regla de Oro, tal como la expuso
otra alumna: ‘mi mamá, desde que era chica, me enseñó que trate a otros como me
gusta que me traten a mí’.
Esta frase tiene dos dimensiones, sin caer en el análisis
filosófico:
- No hagas a otros lo que no quieres que te hagan
- Haz a otros lo que quieres que te hagan
A partir de la Regla de Oro surge la de Platino, desarrollada
por el filósofo Karl Popper, el mismísimo de la Paradoja del intolerante,
expuesta en este Blog:
Aunque la regla de oro sea un buen estándar, puede ser
mejorado tratando a los demás, siempre que sea posible, del modo en que a ellos
les gustaría ser tratados.
Entonces, el foco de la (pre) ocupación no está en uno,
sino en el otro. Ya no debo pensar en que trataré al otro como me gustaría que
me tratara, sino en tratarlo como - creo – a él le gustaría ser tratado.
Se entiende, ¿cierto?
Es decir, si yo y tú hacemos el intento de tratarnos como
-creemos – nos gustaría, todo sería más fácil. Sin duda.
Si le encantó el tema y quiere profundizar, descargue:
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