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Mostrando entradas de abril, 2017

¿Es válida autoinferirse?

Actualizado el 17/1/2021 Barbarismo Temprano, esta mañana de domingo, ADN Radio Chile informaba acerca de una jovencita que participaba del tristemente popular juego ‘Ballena Azul’   (no tiene que ver con ‘Moby Dick, obra de Herman Melville, conocida por algunos como   la ballena blanca’, y se había ‘autoinferido’ heridas en sus brazos, como parte de las 50 pruebas que deben culminar con su suicidio. Es un error mayúsculo, que replican algunos portales de noticias, como lo confirma la imagen de Biobiochile.cl. Inferir: Del lat. inferre 'llevar a'. Conjug. actual c. sentir. 1. tr. Deducir algo o sacarlo como conclusión de otra cosa. Se infiere de su rostro que está contento. 2. tr. Producir un daño físico o moral. El escándalo infirió un duro golpe a su reputación. 3. tr. desus. Incluir o llevar consigo algo. Las premisas infieren la conclusión. La partícula ‘se’ es reflexiva (pasiva, en otros casos), por lo que basta con decir ‘se i

Juan Luis Guerra y el Día del Libro

Actualizado el 16/1/2021 Extraída de Google: Sound Cloud Burbujas de amor (vea video clip en vínculo)  ¿Será posible que una canción de amor se inspire en una novela? ¿Y si fuera ‘Rayuela’, la inescrutable obra de Julio Cortázar, la misma que puede leer de maneras diferentes? Es el Día del Libro – y seré cuidadoso para no usar frases comunes, clisés o clichés, como guste, por lo que solo diré que ‘ allí está mi vida, la tuya, la tuya y la mía, la nuestra’ – vale decir que el intérprete dominicano cuenta que leía la inefable obra mientras componía su éxito ‘Burbujas de amor’, justo en el capítulo 8, el cual cito: ‘Los mirábamos, jugando a acercar los ojos al vidrio, pegando la nariz, encolerizando a las viejas vendedoras armadas de redes de cazar mariposas acuáticas, y comprendíamos cada vez peor lo que es un pez, por ese camino de no comprender nos íbamos acercando a ellos que no se comprenden, franqueábamos las peceras...’ Una bachata,

‘El billete de gamba’

Cerca de donde vivía, allá por la calle Clave, había una casona que servía de centro de operaciones del Ejército de Salvación. Por ello, se acostumbró desde niño a los uniformes azules y a los indigentes, aunque nunca los relacionó. Pasaba por su frontis y siempre veía entrar y salir individuos de apariencias indescriptibles que, años después, definiría como provenientes de ‘La Corte de los Milagros’, mezcla de mito y realidad del que hablan numerosos escritores, pues sus palabras – limitadas en ese entonces – no le daban espacio para precisarlos: desharrapados, barbados, miradas gachas y torcidas, algunos contrahechos, enfermos, pero siempre con la mano estirada y el gesto dolido, igual como el mendigo que se sienta frente al ‘Líder’ de Avenida Pedro Montt y Rodríguez - allí mismo donde manifestantes quemaron una casa y a un guardia municipal el año pasado -, que, según el quiosquero,   ‘se fuma dos cajetillas de cigarrillos diariamente’.   Es un espectáculo o

‘Azúcar rubia’

- ¡Hijo! Silencio - ¡Hijo! Silencio - ¡Hijo! - El grito restalló en el silencio de la tarde. -   Ya voy, mamá – contesté desde el patio de la vieja casona, mientras ocultaba en los bolsillos de mis pantalones cortos la honda que recién me había hecho. Pensaba ir a cazar pajaritos y lagartijas al cerro con mis amigos, diversión que mi mamá odiaba. -   Toma – pasándome un billete -, compra medio kilo de azúcar. -   ¿De cuál? – pregunté. -   ¿De cuál va a ser? De la rubia, si para la blanca no me alcanza, pues es más cara. -   Ya – dije – voy ahora mismo. Partí hecho un bólido, como siempre lo hacía cuando me mandaban a comprar, ya que la posibilidad de hacer un ‘recorte’ y quedarme con el vuelto para comprarme un helado era tentadora. Llegué al emporio y pedí: -        Buenos días, don Juan (¿se han fijado en que los dueños de negocios se llaman habitualmente ‘Juan’?) -        ¡Hola,...! -          ¿Me vende medio kilo

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